Cada acto consumado lleva inherente una pre-acción, la cual, en el mejor de los casos puede incluir un proceso reflexivo consciente. Esto es particularmente relevante en el ámbito de la educación, por lo que estas palabras intentarán, aunque sea de forma incompleta, insuficiente y parcial, poner luz a dicho proceso reflexivo, al  posicionamiento que tanto la acción educadora como la investigación nos exige. Sin embargo, acometeré esta breve tarea sin caer en los tecnicismos propios de los lugares incómodos donde habita el cuestionamiento sin fisuras, del que tendemos a huir sigilosamente como un gato negro que dobla la esquina. Así pues, al igual que la llegada a la cumbre se inicia ascendiendo la falda de la montaña, detengámonos por un instante en el punto de partida.  

No existe la educación neutra. Quizás lo es para las mesas, las sillas y los libros. Tal vez para los ordenadores y las tabletas electrónicas. Pero mientras haya seres humanos en el aula, no existe la educación neutra. Siempre está impregnada de ideas, valores, creencias, significados asumidos, retales de historia cristalizada. Todo acto educativo tiene el potencial de ser además, un proceso político, transformador e incluso subversivo. Por ello, educar a través de palabras vacías es una pérdida de tiempo para discentes, docentes y para toda la sociedad. Los términos como sostenibilidad, medioambiente, responsabilidad… se repiten sin cesar en los discursos actuales como fractales perfectos. Las décadas se suceden a golpe de metrónomo de declaración institucional: 2000-2020-2030. Nos lanzamos a incluirlo en nuestros programas educativos, ocupando las grietas del currículum con la argamasa de la innovación educativa. Pero un círculo de colores en nuestras brillantes diapositivas puede ser tan inocuo como el agua destilada, tan poco nutritivo como la fruta que se niega a madurar en una nevera, tan triste como las palabras de consuelo nunca pronunciadas o tan inútil como los rayos de sol que insisten en atravesar una ventana tapiada.

Berta Paz Lourido

Berta Paz Lourido

Directora de la Unidad de Innovación en desarrollo sostenible, salud y justicia global mediante aprendizaje-servicio. Universidad de las Illes Balears

Berta is Associate Professor in physiotherapy and teaches community physiotherapy, urban planning, environment and public health. In the last years, Berta has specialized in Service-Learning and is leading its development at the European and Spanish levels, such as president of the Spanish Association and vice-president of the European Association of Service-Learning in Higher Education, among others.

Entonces, antes vernos arrastrados por la rezaga tras la ola (o moda) educativa es necesario plantearnos el qué, el cómo, el por qué y para qué: ¿Acaso la fisioterapia medioambiental es de distinta naturaleza que la fisioterapia? ¿Cómo conocemos esta fisioterapia? ¿Es pertinente puntualizar este carácter singular, especializado o específico? ¿O justamente supone un marco más amplio, sin límites, círculos que se expanden concéntricamente como gotas de lluvia sobre el mar? ¿Cuál es mi rol como docente cuando hablamos de fisioterapia medioambiental? ¿Cuál es mi posicionamiento? ¿Mi reflexión sobre la práctica?

Hagámoslo plural: ¿En qué manera necesitamos visibilizar en nuestras aulas las líneas conectivas con el entorno? ¿Basta incluir en nuestro discurso adjetivos que relacionen matemáticamente lo que fue con lo que está por venir? ¿Estamos preparados para escuchar, sentir, para actuar conscientemente? ¿Y para convivir con la incomodidad de los discursos diferentes a los nuestros? ¿Es una actividad docente basada en el correcto desempeño de tareas que se suceden o en la visión de una transformación más ambiciosa? ¿A quién o quieres representa e incluye esa visión?

Dejadme ser clara. Desde mi punto de vista, sólo existe una fisioterapia. Y esa fisioterapia es una fisioterapia medioambiental. La fisioterapia como ciencia de la salud, de la vida, ciencia humana, social y también planetaria. Una fisioterapia con un enfoque glocal. Una fisioterapia de lo físico, del frío, del calor, del verde, del agua, del tacto, la palabra, la ternura y también, de la lágrima rebosante de felicidad. El arte de la fisioterapia. Por lo tanto, si hemos de poner marcos a esta fisioterapia mayúscula, la que habita los santuarios de la vida, considero que han de estar construidos de las mismas partículas que conforman las lentes de aumento, que han de tener la función de ampliar, multiplicar su alcance, mostrarnos el mundo desde otra perspectiva. Pero esa fisioterapia ha de permitirnos también conectarnos con nosotros mismos. Es una fisioterapia de telescopio y de microscopio. De la imagen y del verbo. Porque se necesitan palabras ancla, aquellas que retomen el valor de reconocernos en lo animal, de sentir maravillados las fronteras que nos unen con el mundo vegetal, de intuirnos llenos de vida asentada en lo mineral.  

En este caso, el adjetivo medioambiental no viene a restringir significados, a poner vallas ni alambre de espino. No se orienta a excluir en base a una porción anatómica o a una patología sostenida en lo abstracto. No es el sello negro en un certificado destinado a envejecer en una pared blanca. No ha de ser el subtítulo de una historia ya contada.

Entonces, para mi, particularmente para mi: ¿Por qué fisioterapia medioambiental? Tal vez porque es este el momento propicio donde las piezas del tiempo parecen encajar, quizás porque casi me había olvidado de la forma de mis huellas sobre la arena o simplemente porque supone un reconectar con un mundo ingenuamente feliz. Y, ¿Por qué fisioterapia? Pues porque es una forma lícita y amable de relacionarme con el mundo y la pequeña porción humana que lo habita. Porque supone una aproximación que enlaza el sentido estético de la vida, la estructura matemática, la música de las emociones y la función práctica en una línea espiral apenas interrumpida parcialmente por la muerte, el dolor y la pérdida.

En este mundo interconectado sólo nos distinguen las formas. Y la fisioterapia trabaja con las formas, con la comunicación sin palabras (o con ellas), con las raíces que alimentan lo cotidiano. Entonces, finalmente, ¿Por qué yo? Esta pregunta, querido colega, no la contestaré ahora. Es preciso tomarme un tiempo para reflexionar sobre ello. Entretanto, permíteme una respuesta en forma de espejo, pues también yo me pregunto ¿Por qué tú?